martes, 16 de noviembre de 2010

AIKIRISAS

Nota: Artículo basado en hechos reales



El Aiki-Místico

Suele entornar los ojos al realizar las técnicas, espera encontrar así la comunión con el espíritu de Ueshiba, que, como todos sabemos, basta con entrecerrar los ojos para que nos inunde cual marea arrolladora. Trata de evitar en la medida de lo posible todo contacto con el suelo: sudar es sumamente ordinario y rodar sobre el tatami es rebajarse al nivel del mono. Conoce todas la citas de Ueshiba al dedillo y practica, o eso dice, zazen 5 horas al día. No suele relacionarse con el personal, él no va al dojo para ser vulgar, y beber cerveza con esos degenerados que sólo quieren pasar un buen rato, no, está allí para encontrar su lugar en el mundo y absorber el conocimiento del Cosmos cuando a éste le dé la gana de entender que él y sólo él es digno depositario de dicho conocimiento. Cómo va a hacérselo comprender al Cosmos no lo tiene muy claro, pero seguro que no va a ser relacionándose con gente vulgar.

No se debe mezclar con el prototipo “currante” si no queremos que su vida sufra un giro radical (o su cuello)




El Aiki-chino

Ha visto muchas películas de Bruce Lee y de Jackie Chan de pequeño. Lo habitual es que muchos de nosotros las hayamos visto también, a ver si ahora lo negamos, la diferencia en esta tipología es que pretende realizar aikido del mismo modo. En su momento ha tenido contacto con otras artes marciales cercanas a lo circense y su aprendizaje está salpicado de abundantes movimientos atléticos, contorsiones y golpes variados. Es difícil hacerle entender que para realizar aikido no es necesario mover las manos como una bailaora excepcionalmente activa ni dar saltitos de boxeador y que, de momento, las patadas voladoras no son aplicables en su práctica. Suele atravesar momentos de hosco enfurruñamiento cuando le prohíbes terminantemente realizar los kiai como una gata en celo.





El Aiki-Matón

Se plantea el aikido como un enfrentamiento continuo y se pasea por el tatami dispuesto a contestar a  cualquier reto. No es el más rápido, ni el más listo, ni el más técnico, pero su mirada, perfeccionada por horas y horas de detenido visionado del exquisito cine de Seagal, te dice “eh, tío, soy el puto amo de esto, ni se te ocurra saludarme porque estás jodido” . Cuando realiza un agarre utiliza todas las triquiñuelas habidas y por haber para dar por culo. Eso sí el parecido entre su ataque y el que debe ser es pura coincidencia . Suelen doblar pronto y darse cuenta que las poses tipo “podría estar en la CIA si quisiera” no funcionan con toda la asiduidad que a ellos les gustaría. No obstante una vez recompuestos de un encuentro con cualquiera de la familia “quebrantahuesos” o “currante” y sacudido el polvo de su keikogi, si no existen daños mayores que a su dignidad, volverá a la caza de algún incauto o incauta Aiki-Pulpo  al que atormentar.






El Aiki-Pulpo

Son gente normal y corriente con una única peculiaridad: cuando son sometidos a cierto estrés se transforman… en pulpos, o por lo menos esa es mi teoría ya que si no, no me explico que una  conversación tipo con esta familia de aikidokas sea:

- Avanza la pierna izquierda…

Después de una pausa bastante mayor de lo necesario para poseer sólo dos ejemplares de las susodichas extremidades y perder algo de brillo en los ojos, te mira, mira sus piernas, te vuelve a mirar y contesta:

- ¿Eh?

¡Oh, cielos la transmutación se ha producido!, piensas, y entonces, armándote de paciencia, le dices:

- Tu pierna, la izquierda, muévela hacia delante.

Nueva pausa. Después de un breve temblor,irremediable e inexorablemente moverá su pierna derecha.

Los encuentros con su depredador natural el “Aiki-matón” resultan ser catastróficos habitualmente, ya que a más presión empleada más piernas, pies, manos y brazos parecen crecerles.




El Aiki-Escéptico

Después de recibir una proyección o una luxación, este tipo de aikidoka, se levanta un poco amoscado y te dice muy serio (se dan casos en los que incluso, los muy desvergonzados, llaman al maestro para hacerles partícipes de su escepticismo):

- ¿Ya, pero y si te cojo así?

Nueva proyección o luxación.

– Um, vale… ¿pero y si ahora antes de que llegues te aplicara una inmovilización tibio-rabadillera y aplicara la técnica Genki Dama (bomba de espíritus) que he observado en el capítulo Nº 3.656.789 de Goku?

De nuevo le proyectas o luxas (quizás un poquito más fuerte de lo estrictamente necesario).

Frotándose la articulación dolorida o tratando de encontrar resuello sigue en sus trece y te espeta:

-  Ya veo, pero… ¿y si nos encontráramos sumergidos a 10.000 metros en un batiscafo y te apuntara con  un magnum 45 que he ocultado en mis calzoncillos? Esta técnica no saldría. Seguro.

Mira, a tomar por culo, se me agotó el amor. Te conviertes brevemente en un Aiki-Quebrantahuesos y estrellas su anatomía con ganas contra el tatami en la siguiente proyección, a ver si así todas las armas de destrucción masiva que pueda ocultar salen a la luz.

Normalmente sus dudas le abandonan al mismo tiempo que las lágrimas acuden a sus ojos.




El Aiki-Compasivo

En esta variedad suele haber abundancia de chicas, qué queréis que os diga es mi experiencia ya imagino que no tiene porqué ser así siempre, y son practicantes para los que causar el más mínimo dolor o malestar a su compañero les resulta insoportable. Cuando realizan las inmovilizaciones a menudo ponen cara de pena y, si nadie vigila, sueltan mucho antes que uke siquiera haya iniciado el movimiento para golpear el suelo. Si por una casualidad le explicas la luxación y/o inmovilización aplicándosela su compañero, su cara se transmuta de forma que podría servir de modelo a cualquier pintor que quisiera plasmar a la Virgen cuando bajan a Jesús de la cruz. Cuando les dejas se deshacen en excusas si la intervención ha sido a petición suya o por su culpa, incluso aunque no lo haya sido. Si por ellos fuera todas las técnicas acabarían con un besito y/o fraternal abrazo. Son caldo de cultivo para que los “Aiki-Escépticos” apliquen y verifiquen sus más locas teorías o para la desesperación del Aiki-Currante.




El Aiki-Posturitas

Nada más entrar en el gimnasio mira a ver si tiene espejo. Los podrás encontrar en todas los dojos mirando disimuladamente su reflejo mientras realizan las técnicas y poniendo posturitas a ver que tal quedan.

Es para ellos un arcano el hecho de que Ueshiba desarrollase el aikido sin tener un sólo espejo en el dojo.




El Aiki-Saltimbanqui

Suelen ser jóvenes y con una gran energía que gastar. Es como intentar hacer aikido con una ardilla atiborrada de anfetaminas: a la mínima que les pones una mano encima para realizar una técnica saltan como si les fuera a atropellar una trailer de siete ejes. Normalmente, mientras realiza su parabólica caída, te miras las manos asombrado por si has adquirido algún poder sobrenatural de improviso.

Cuando te toca atacar a tí, ya puedes ser el más avezado Aiki – Perezoso que antes de que  puedas explicarle que “mira, chaval, las técnicas hay que estudiarlas pausadamente” ya le tendrás subido a tu chepa golpeándote con todo el ardor de un mandril histérico.




El Aiki-Parlanchín

Este tipo de aikidoka suele elegir el tatami para charlar sobre cualquier tema que se le  ocurra, te preguntará por tu trabajo, por tu familia, por tu equipo de fútbol… por lo que sea, el caso es ser “enrrollao”. No confundir con el tipo Aiki-perezoso ya que no lo  hacen por “estudiar la técnica” sino simplemente porque el aikido es para ellos una especie de extensión del Facebook. Lo que mola es conocer gente. Y lo que mola todavía más es cuando les toca practicar con un aikidoka del tipo “asceta” o “pistolero”. En esos casos es que me troncho al intentar verles hacer migas. Si quieres practicar tranquilo suele funcionar fingir una discapacidad auditiva irreparable en el momento del saludo.




El Aiki-Guerrero

Estos son los “nasios pa matar”. No les trates de explicar nada porque ellos el  último eslabón de una larga lista de reencarnaciones de samurais, templarios o las dos cosas y están allí para beneficiarnos y dignificarnos con su presencia. Su contacto real con las artes marciales ha sido nulo o meramente testimonial y sin embargo están insuflados por el ardor de su creencia en haber cortado muchas cabezas en alguna otra vida. Realizan las técnicas a su bola y ya seas maestro o alumno no los corrijas, porque se la pela, ellos seguirán realizando una mezcla de aikido, karate, muai thai y pesca con mosca porque les place y así les da derecho su pasado de guerreros superiores. Normalmente son una mutación avanzada del tipo “pistolero”. No son mala gente, pero son muy pesaos.




El Aiki-Bocop

En apariencia puede parecer gente normal pero en realidad son mutantes con un dermatoesqueleto que les hace tener  una flexibilidad similar a la de una gárgola artrítica. Deberían llevar escrito en su keikogi en un lugar bien visible y en letras destacadas: PELIGRO no intentar inmovilizar, riesgo de hernia inginal. En determinados casos se da un híbrido entre el Aiki-Bocop y Aiki-Pulpo (lo que se ha bautizado como Aiki-Pulpop o en lenguaje llano “Rompehuevos”) híbrido éste  que hace a muchos maestros buscar la paz en algún lugar remoto y tranquilo como Burundi o Afganistán.




El Aiki-Perezoso

Todo debe ser estudiado pausadamente para este tipo. Debemos estudiar los movimientos con calma, nada de correr, ni siquiera de ir a una velocidad normal.  Este tipo de practicante realiza aikido de forma que el un chino de 120 años practicando Tai-Chi parezca un Shaolin increíblemente gimnástico. Nada de apretar. Nada de estrés. Cuando les toca caer, si es que topas con un aiki-perezoso portentosamente atlético, lo harán de forma tan pausada que te preguntarás si por ventura la tierra habrá perdido parte de su masa de repente. Existe una teoría que asocia a los Aiki-Perezosos como evolución defensiva del Aiki-Pulpo, pero todavía no se ha estudiado en profundidad. No es que sean vagos, no, es que estudian la técnica.




El Aiki-Currante

Viene a ser lo que un vigoréxico en  un gimnasio. No emite ni una sola palabra, sus ojos están iluminados por el sagrado fulgor del fanatismo aeróbico y suele entregarlo todo sobre el tatami. No es especialmente colaborador ni especialmente “puteador”, su meta es sudar y lo va a hacer aunque tenga que reventarse los huevos en el tatami. Naturalmente suelen ser los tuyos los que acaban reventados.




El Aiki-Quebrantahuesos

Suele ir asociado como subespecie al Aiki-Currante y se caracteriza por emplear una energía inusitadamente violenta para realizar sus proyecciones o luxaciones. Es entretenido observar como sus víctimas, habitualmente Aiki-Matones, recogen sus globos oculares del suelo después de la primera proyección mientras boquean enloquecidamente tratando de hacer que sus pulmones funcionen de nuevo.

En su versión extrema y más peligrosa se camuflan como Aiki-Perezosos lo que les hace, si cabe, aún más peligrosos: cuando crees confiadamente que todo va a ir como la seda a una velocidad que hace de un perezoso el  Usain Bolt de los mamíferos, te sorprende con una luxación que hace que las lágrimas fluyan de tus ojos en plan “Puente de Madison” o una proyección en la que, después de despertarte, tratas de recordar la matrícula del camión que te ha atropellado.

Todos, pero que todos, pero todos, todos, nos manejamos en cualquiera de estos apartados o tenemos un “amigo” al que identificamos plenamente con alguna de estas familias aikidokiles… ¿o no?

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